Poco después del traslado de la iglesia parroquial en el pueblo, en 1879, el gran dramaturgo Frederic Soler, más conocido por su seudónimo de Serafí Pitarra, adquirió la antigua rectoría y la Casa de las Almas como segunda residencia. Desde entonces se conoce como Can Pitarra. Fue él quien la reformó y ampliar manteniendo los elementos originales y añadiendo otros nuevos, como la torrecilla cubierta con cerámica vidriada.